domingo, 5 de junio de 2011

TAZA DE TÉ

I

La montaña cubierta por la nube.
Ni siquiera una ligera sombra
que muestre los límites del bosque.
(Esta mañana, aún de madrugada,
la casa estaba fría y el té humeaba).
He subido al coche y al arrancar
tu rostro ha vuelto a mí con nitidez.
He recordado las tareas pendientes:
la cerradura que teníamos que cambiar,
el cable que nunca hizo contacto.
La lluvia cae ligera y aguardo
a que el cristal esté totalmente cubierto
para accionar el limpiaparabrisas.
Tengo la cara algo mojada
(olvidé el paraguas).
Entro en la tormenta.


II

Junto a la taza de té,
la camarera me deja dos bolsas de azúcar.
En una de ellas leo:
“La felicidad es interior, no exterior; por lo tanto,
no depende de lo que tenemos sino de lo que somos”.
(Anónimo)

¿Habré acumulado tanto en mi vida,
me he aferrado a tantos recuerdos tangibles,
escribo sobre el pasado
porque no hay nada en mí,
excepto despojos de aquello que jamás sucedió?

Doblo la bolsa ya vacía y la guardo
entre las páginas de una antología
de Jorge de Sena, que he empezado
a releer mientras aguardo.
Llevo la taza de té humeante a mis labios
y contemplo un rosado atardecer de corderos.

2 comentarios:

Rocío dijo...

¡Qué bonitos poemas!

Entrar en la tormenta quizá no es solamente dejarse estar bajo la lluvia. Entrar en la tormenta es recordar. Junto a una taza de té, como Proust.

:)

El viajero dijo...

Es cierto: entrar en la tormenta es más, mucho más, porque también existe en el interior, también en el recuerdo.