jueves, 17 de febrero de 2011

RECORTES



En la página 8 de la Historia de la Literatura Italiana de Karl Vossler, Editorial Labor, en su segunda edición de 1930 y segunda reimpresión de 1951, que había pertenecido a mi tía, encontré doblado un recorte de periódico en el que estaba la esquela de mi bisabuelo.

Leoncio Juan González Bautista falleció en Arico el 11 de junio de 1970 (la fecha está subrayada) a los 98 años.

¿Por qué esa página y ese libro?

No debió de ser azaroso, pues en la página 58 hay una foto de un grupo en la Plaza de Toros. Año 1963, se lee en su reverso.
Los integrantes están dispersos y la instantánea mal enfocada. Sin embargo, reconozco a mi abuela, a mis dos tías y la boca de mi futuro tío. En una esquina aparecen mi madre y su tía África.
Solo viven dos: mi madre y una de mis tías.

En la página 14, un recuerdo de Primera Comunión de 1963 de alguien que no conozco. Y en la página 18, una vieja estampa de colección que muestra a dos dinosaurios.

¿Por qué este libro para enterrar los recuerdos y ahora tumba de muertos?

Trato de imaginar el instante en el que la mano lo abre y con cuidado deposita en él la emoción de un recuerdo que ahora, cuarenta años después, se me muestra.

4 comentarios:

Unknown dijo...

¿Por qué este libro? preguntas. Porque, te digo, contiene los signos de la ausencia. Por mi parte, estoy convencido que la ausencia es una presencia mucho más terrible, mucho más cruel que la presencia. Este es el tema, el arquitema, de mis Elegías de Bad Hofgastein. Y, he aqui, tu hables ahora de la ausencia...No has hallado por casualidad aquello libro. Tu alma, tu subconciente, tu ser profundo saben tambien que la ausencia es la más terrible presencia. En este momento, contemplamos juntos su abismo. Tuyo, Eugen.

El viajero dijo...

Amigo mío, tus palabras siempre son clarividentes y encuentro en ellas el reflejo de las mías.

mabrito67@gmail.com dijo...

Todo un traspaso intergeneracional de recuerdos. De lugares y personas que antes lo eran y hoy siguen siendo importantes para los ojos de quien descubre esos tesoros atemporales.

Como el buen vino, bien conservado al abrigo de un libro, esos recuerdos se abren y transmiten cientos de sensaciones.

Un abrazo

El viajero dijo...

Y conforman toda una cartografía de la existencia vivida y de la que queda por vivir.
Gracias por tus comentarios, Miguel.