Uno de los barrancos más hermosos de la isla. Sin prisa para detenerse y contemplar. Es tan necesario alzar la vista para verse enterrado entre las paredes como bajarla para apreciar los detalles de la erosión. Aún no hay corrientes de agua: las lluvias no han llegado. Pero los pequeños riachuelos, algunos estanques, invitan a ensoñarse en la tierra.
La raíz siempre me atrapa y me sitúa en un paisaje que no es mío porque yo también soy paisaje y raíz.
Al final, una playa virgen, de finísima arena negra, negrísima.
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