Aguardaba sentado en la barra
cuando entró la mujer y pidió un café solo.
Con desenvoltura abre el bolso
y se perfila los labios. Sonríe
al espejo con seguridad y algo de soberbia.
Su cuerpo, su olor todo lo ocupan.
Recordé, entonces, un poema de Kavafis.
Me levanto y entro en la tarde.
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