La turbia luz del amanecer traspasaba
las ligeras cortinas de la habitación
del hotel. Me levanté y asomé la cabeza
por la ventana. La feria aguardaba
la llegada del verano. Las gaviotas
alzaban el vuelo y llenaban de griterío
las calles vacías. Respiraba otro mar.
Volví a la cama y me abracé a ti
sin saber que casi veinte años más tarde
un poema que habla de cormoranes
me devolvería aquel amanecer.
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