Durante mi estancia en La Gomera, me acompañaron los poemas de Henri Cole. De entre todos ellos, quizás este.
MARFIL RADIANTE
Tras la muerte de mi padre me encerré
en mi habitación, aburrido, como un animal.
El reloj de viaje, la botella de Johnnie Walker,
los coloridos tulipanes: todo tenía su cara,
casta y sombría. La nieve y la lluvia batían el aire
blanca, loca, profusamente. Nada salía
de mí excepto pura sensibilidad, extrema.
Era como si no hubiera nacido aún -sin habla,
truculento, puro- con fuertes brazos de marfil
extendidos hacia un espacio oscuro y atestado,
iluminado como una caja de plata perforada
o una pequeña habitación, en la que cigarrillos encendidos
fuera y vinieran, como almas perdiendo su magnitud,
pero ninguno con la mano ajada que yo conocía.
Traducción de Eduardo López Truco
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