*
Ha amanecido hace apenas una hora. Claridad pero los rayos aún no han llegado a la montaña. Desde la base hasta la cumbre, mil metros de altitud; apenas dos kilómetros y medio de longitud. El ascenso es lento y cansino. Los pies se hunden en la zahorra, en la arena desprendida. El paisaje árido de las erupciones. En la soledad, sorprenden los conjuntos de retama. La sombra del volcán. Primer descanso junto a un cono. La belleza del comienzo de la vida. Zumbido de moscas. Un cernícalo. Después el camino serpentea y son necesarios los apoyos para no retroceder. El aire pesa, la respiración se agita, la sangre se agolpa en las sienes. Un nuevo descanso junto a un conjunto de rocas. Un refugio a barlovento. Abajo la contemplación del valle, del circo de montañas que marca el linde entre el bosque y la arena. Última acometida. La cabeza baja. Los ojos se mueven al ritmo de las pisadas, siguen las sombras. Una mirada hacia la cumbre. No se vislumbra. Cercanía. Los pasos mantienen la cadencia. Pronto la cumbre. La planicie. El viejo volcán dormido. La montaña al alcance de la mano. El sol llegó a su cenit hace unas horas. La respiración comienza a calmarse. El paisaje en derredor de la isla. Las nubes, el mar, el viento. Silencio.
*
La ola rompe en la playa, arrastra la arena y devuelve callaos. El rugido del mar de invierno junto a las gotas de salitre. Las gaviotas sobre la arena. Huellas.
*
El paisaje del espíritu, ¿cómo ha de oírse?
*
El haiku es un estado de ánimo. El espíritu no puede aprehender lo sagrado de la naturaleza si no observa el silencio; desde el silencio; con el silencio; en el silencio.
*
Así el haiku.
2 comentarios:
El volcán es, para mi, en el silencio y la oscuridad azul del horizonte, semejante al Monte Meru. Y el espíritu, es la vacuidad primordial, es luz. Tu haiku – un grano de luz, en la infinidad de la Luz, o, más bien, el mar entero en una ola. Acepta, por favor, mi alegoria.
Querido Eugen, tus palabras siempre iluminan.
Publicar un comentario